Las virtudes de una educación pública: un pilar humanista y garante de igualdad
La educación pública es mucho más que un servicio: es una garantía de derechos,
de cohesión social y de progreso colectivo. Representa la convicción de que la
formación y el conocimiento no pueden depender de la renta, del lugar de nacimiento
ni de las circunstancias personales, sino del derecho universal a aprender y
desarrollarse plenamente como persona.
Desde una perspectiva humanista, la educación pública se fundamenta en la idea de
que toda persona posee un potencial único, y que el papel del sistema educativo es
acompañar, guiar y ofrecer oportunidades reales para su desarrollo integral
—intelectual, emocional, ético y social—.
Su carácter garantista asegura que el acceso a la educación se rija por los principios
de igualdad, equidad e inclusión, protegiendo especialmente a los sectores más
vulnerables y evitando que la educación se convierta en un privilegio. En este sentido,
la escuela pública no selecciona: acoge, acompaña y transforma.
La educación pública también es un espacio de convivencia democrática, donde se
aprenden valores cívicos, respeto por la diversidad y compromiso con el bien común.
Además, se sostiene gracias al esfuerzo de una comunidad profesional
comprometida —docentes, personal de administración y servicios, equipos directivos
y familias— que trabaja cada día con vocación y sentido social.
Por todo ello, una educación pública fuerte y bien financiada no es solo una cuestión
educativa, sino una decisión política y ética: invertir en ella significa apostar por la
justicia social, la igualdad de oportunidades y el futuro de Canarias y de todo el
país.
